
Según cuentan las crónicas, recopiladas por R. Ferreira, la laguna fue durante el siglo XIX y parte del XX un estanque natural, recolector de aguas pluviales, situado entonces en los límites de la ciudad. Era un lugar de recreo donde los niños acudían a nadar y pescar y las mujeres a lavar ropa. Allí también abrevaban los sedientos bueyes, caballos y mulas que aprovisionaban la ciudad desde las provincias vecinas.